lunes, 8 de abril de 2019

CRÓNICA DE LA EDICIÓN 2019

Todo comenzaba el viernes. Oscar, del club Modubeos, se convertía en uno de los héroes de la jornada. Se había marcado como objetivo completar el Desafío de Helios de una manera diferente.  Trataría de recorrer la distancia entre Belorado y Lerma en menos de 24 horas. Desde la puesta de sol del viernes a las 18:19, hasta su nueva puesta el sábado a las 18:21. A pie y en solitario, con el mayor porcentaje del recorrido de noche, un reto al alcance de pocos. Todo para conseguir fondos en favor de FEDISFIBUR y un proyecto solidario que están desarrollando hacia las personas con movilidad física reducida.

Oscar y la presidenta de FEDISFIBUR Instantes antes de la salida. Foto: Fernando Miguel
El sábado, la mañana venía cargada de nervios. Era el día del "examen". Llevábamos seis meses preparando esta evaluación con muchos días, semanas, tratando de cerrar cada detalle. A pesar de ese trabajo previo, la verdad es que se iban cerrando "circunstancias inesperadas" hasta última hora. Era imposible no estar alterado, era mucho el respeto que infundía la organización de la prueba. Había llegado el momento de llevar a la realidad todo lo que habíamos estado preparando, visitando sobre el terreno y repasando en casa. Horarios, cruces, señales, vehículos, avituallamientos, comunicaciones,...etc.

Plaza Mayor de Lerma. Foto: Fernando Miguel.
Lerma. El compañerismo mostrado en fotografía. Foto: Fernando Miguel.
En la vespertina oscuridad, propia del despertar del invierno burgalés, lermeño para más datos, se empezaba montar el material que "vestiría" el punto de salida. Mientras tanto, el Parador Nacional iba despertando para recibir a los participantes del reto. Los sonidos de las calas, poco a poco, iban marcando el compás de pasos, también nerviosos, de aventureros dispuestos a vencer a Helios en su desafío.

Instantes antes de la salida. Foto: Fernando Miguel

Media hora antes de la hora marcada para el inicio, los comisarios de la prueba tomaban la salida para validar el terreno y la situación de riesgo en cada zona de paso de los participantes.

Vehículo de los Comisarios  instantes previos a su salida. Foto: Organización.
Todo Preparado en el momento de la Salida. Foto: Fernando ERIE CRUZ ROJA.
Todo Preparado en el momento de la Salida. Foto: Fernando ERIE CRUZ ROJA.
Todo Preparado en el momento de la Salida. Foto: Fernando ERIE CRUZ ROJA.
Regimiento de Transmisiones. Foto: Fernando ERIE CRUZ ROJA.
Previo a la hora "D" cada participante ordenaba su posición antes de tomar la salida hacia la contienda. Ciclistas en primera línea, corredores detrás. A las 08:34 la Asociación Provincial de Campaneros de Burgos tañía las campanas de la ex-colegiata de San Pedro marcando el compás de unos brazos que se agitaban e indicaban que el reto había comenzado. Para evitar retenciones o atascos, la salida transcurría por calles diferentes, dependiendo de la disciplina elegida.

Comienza la aventura. Foto: Fernando Miguel Calvo

Salida de los corredores. Fotografía Teresa Martínez.
El Arlanza contemplaba los primeros pasos de los participantes. Con su transitar sosegado y calmado, el río ayudaba a relajar esos nervios propios de cualquier inicio de una aventura.

Fotorgrafía del recorrido. Valle del Arlanza. Foto: Jesús
Las ruinas de un antiguo molino marcaban el giro que adentraría a todos en la parte más privada de este valle. Era el momento de subir un poco, pero esto permitía tener una posición dominante y aquí, sobre un alto, se alcanzaban unas vistas privilegiadas de los campos donde se cultiva el cereal y lavanda. Todo ello enmarcado  por el paisaje en el horizonte de la Sierra del Carazo, el Mencilla y Las Mamblas. A 115 kilómetros de la meta, los retadores ya veían en el horizonte aquello que debían superar.

De nuevo las campanas eran motivo de anuncio. En el valle se presentaba Cebrecos, la primera de las paradas y la localidad que marcaba, a su vez, un punto de inflexión. Se trataba del primer avituallamiento, punto de lavado y lo más importante, la primera transición para duatletas y equipos. Los nervios se palpaban en todos los presentes: organización, voluntarios y participantes. Avisos, carreras nerviosas de calentamiento, aparcamientos, accesos,... pero todo se hacía más llevadero con un chocolate preparado con el mayor de lo mimos por los vecinos de la localidad. Una olla esperaba paciente a que el cazo se sumergiera en ella para cargar y entregar la primera de las peticiones.

Transición en CEBRECOS. Foto: Gualdetxu Mendi Bizikleta Trail 
Seguir por estos campos típicamente nuestros, con este "fresquito", también, típicamente castellano, hacía que el ritmo fuera rápido, más de lo previsto. Pronto llegaría el primer descenso hacia un punto que sabíamos sorprendería a la mayoría de los participantes, el Cañón del Mataviejas. Este accidente geográfico une las localidades de Ura y Castroceniza y, aquí, los participantes se encontraban con el primer control obligatorio de dorsal.

Bajada a Ura. Foto: Emiliano Sánchez
Tocaba superar una breve, pero "intensa" subida que daba acceso a otro de esos municipios donde los voluntarios cuidaban con el mimo que cada uno de los "sufridores" se merecía, Retuerta. Esta localidad los despedía siguiendo la ruta del Cid en su tramo de unión con otro de esos puntos que se tenían marcado en el rutómetro, la bella localidad de Covarrubias.

Salida de Retuerta por el Camino del Cid. Foto: Jesús.

Salida de Retuerta por el Camino del Cid. Foto: Jesús.
Desde aquí tocaba ese tramo con el que todas las pruebas de ciclismo de montaña suelen contar, el punto con la mayor dificultad física. Ese triángulo en el perfil que uno sabe será una subida que exigirá un esfuerzo añadido. Cada prueba tiene su propia "barrera", la que se marca a fuego entre los participantes, en nuestro caso eran las Mamblas. La subida no es difícil, larga o muy exigente, pero ayuda a "calentar" la piernas.

Dehesa de Hortigüela. Foto: Arlanza Extreme
Tras alcanzar el punto más alto, el paso de "El Somo", las Mamblas ofrecían un mirador magnífico sobre la Tierra de Lara. En este lugar uno podía disfrutar de las vistas gracias al buen día. Claro, despejado y con el único inconveniente de una temperatura en ascenso que hizo que uno de los tramos más bellos del recorrido, las dehesas de Mambrillas de Lara y Hortigüela, estuvieran en sus respectivos tramos, algo "delicadas" por el barro.

Dehesa de Mambrillas de Lara. Foto: Arlanza Extrem.

Dehesa de Hortigüela. Foto: Arlanza Extrem.

Dehesas de Mambrillas-Hortigüela. Foto: Arlanza Extrem.
En Hortigüela, de nuevo, los vecinos se entregaban para que su localidad fuera uno de los puntos que los participantes recordaran al marchar. Además era el primer lugar con asistencia técnica. Desde aquí se ayudaba a que al reiniciar la marcha, los ciclistas continuaran con fuerzas y mayores esperanzas de terminar la prueba.

Tras superar un pequeño accidente geográfico y una bajada que exigía mucha atención, se alcanzaba la Vía Verde del Santander-Mediterráneo. Aquí se veía que las espaldas se encorvaban, las cabezas se agachaban e incluso se hacían relevos entre los participantes para ganar tiempo al sol. Aunque llana y muy rodadora, la Vía Verde en su inicio tenía un desnivel positivo. Las piernas seguían "cogiendo calor", pero la velocidad aumentaba exponencialmente.

Vía Verde Santander-Mediterráneo. Foto: XI Subida al Ahijón.

Vía Santander-Mediterráneo. Foto: XI Subida al Ahijón.

Vía Santander-Mediterráneo. Foto: XI Subida al Ahijón.

Vía Santander-Mediterráneo. Foto: XI Subida al Ahijón.
Ton, ton, ton-ton, ton.... de nuevo un campanario anunciaba la llegada y presencia de unos renegados retadores. El municipio de Torrelara recibía a todos con los brazos abiertos. Comida, manguera, parking, etc. estaban dispuestos para que los ciclistas pudieran lavar bicicletas, relajar las piernas y otro avituallamiento "reforzado" por sus vecinos. La villa asumía la responsabilidad de que Torrelara se convierta en ese punto donde en próximas ediciones los partipantes lo marquen como lugar de referencia.

De nuevo Torrelara era un punto de control de tiempos y Transición. Foto: amigos de Torrelara 2018
Con este reconstituyente cualquiera no sigue. Foto: Alberto Martínez.
No podemos olvidar que Torrelara era otro de esos lugares marcados en la organización de la marcha de los equipos y duatletas. Otra transición donde las bicicletas se paraban para dar paso a la carrera a pie. Tocaba pasar el primer obstáculo que ponía el pico Mencilla para atravesarlo. Escrito es fácil: subida, bajada, subida, "bajadita", subida, molinos, bajada y Palazuelos. A "pie de pista" 11 kilómetros, 450 metros de desnivel acumulado y tramos de coincidencia de carrera con bicicleta en los que había que tener precaución.

Mazueco tendría otro punto de control de dorsal donde los ciclistas eran obligados a parar con una sonrisa y registrar manualmente su paso.

Palazuelos de la Sierra, última transición y de nuevo las campanas tañieron por todos los participantes. También, los que se mantenían en este desafío, encontraban un pueblo volcado para atender a cada corredor. Los voluntarios, como en el resto del recorrido, estaban a pie de calle o camino para que las necesidades que se les demandaban pudieran ser atendidas.

Transición en Palazuelos de la Sierra. Foto: Teresa Martínez

Camino entre Palazuelos de la Sierra y Cabañas. Foto Ana Eva Arribas.
El reloj y el sol presionaban a aquellos que por diferentes motivos iban algo retrasados. Villasur, punto de corte de la marcha, se intuía cerca, pero había que superar unos kilómetros que daban acceso al punto más agreste del recorrido. Cabañas, Matalindo y Urrez, si alguien quería conocer el corazón de esta parte de la Sierra, lo tocaron, lo disfrutaron y lo recorrieron, porque el Pico Mencilla, en su parte sur, mostraba el precioso paisaje que entregaban sus aristas. Se pasaba a media altura de este pico, desde la entrada al valle del Arlanzón, en Palazuelos, hasta Villasur. El entorno natural y los conjuntos urbanos comentados, hacían una suma de imágenes y vistas realmente difíciles de olvidar.

Cabañas. Foto Ana Eva Arribas.

Cabañas. Foto Ana Eva Arribas.

Cabañas. Foto Ana Eva Arribas.
Desde Urrez, y tras pasar el último punto de control obligatorio de dorsal, comenzaba un tramo de asfalto que el punto de apoyo de los ciclistas con el sillín agradecía bastante. Giro pronunciado y comenzaba un paso fugaz por una de esas Vías Verdes que no se olvidan, la de la Sierra de la Demanda. Es una de esos lugares que quedan en la retina y esperamos hayan dejado el deseo de volver.

Villasur de Herreros era ese punto que todos los participantes, independientemente de la modalidad elegida, querían alcanzar antes de las cuatro de la tarde. Llegar después de esta hora significaba haber sido superado en el intento por vencer al sol. Llegar antes era comenzar a saborear las primeras mieles del éxito.

La localidad abría sus puertas de par en par, recibiendo a todos con el cariño propio de quien espera a alguien que hace tiempo no ha visto. Voluntarios que sin conocer a nadie de nada, hacían patente espíritu que predomina en todos los puntos de paso. Ese espíritu, con especial hincapié, se mantenía en esta localidad serrana. Avituallamiento reforzado a base de cariño y proteínas en forma de morcilla, careta o chorizo. Manguera para la limpieza de la bicicleta, punto de asistencia técnica y diferentes ofertas de servicios hacían de esta parada algo obligado en el transitar hacia el valle del Ebro.

A los que no conseguían cruzar en hora, un autobús les esperaba para que pudieran desplazarse hasta Belorado. A los que seguían, una rampa de hormigón de unos 400 metros, con un 29% de desnivel en algún tramo, les daba la bienvenida a los Montes de Oca. A esas alturas de la marcha, esos porcentajes no son muy bien recibidos, pero el firme permitía ponerse de pie y "darlo todo".

Los voluntarios siempre a "pie de pista". Foto: Ucas de Arrate
El buen tiempo se presentaba como "invitado" inesperado, ayudando a que el agua o nieve acumulados en los días anteriores pasara a ser el temido barro que dificultaba la marcha. La parte positiva era que no se pegaba mucho, ensuciaba e incomodaba, pero al no pegarse, permitía seguir rodando sin asumir muchos riesgos. Aumentaba el nivel de exigencia para no patinar y rebajaba bastante la velocidad media, pero no había puntos de exigencia técnica que hicieran aumentar el riesgo por caída.

Paso por la Pedraja. Foto: Gualdetxu Mendi Bizikleta Trail Taldea
Este paso daba y presentaba un paisaje diferente: pinos, robles, hayas y pastizales, daban acceso a unas vistas preciosas sobre la cara norte del Pico San Millán y la Sierra de la Demanda. Allí un camino cruzaba pastizales de postal por la cresta que divide la cuenca del Arlanzón de la del Tirón. El Valle del Ebro abría sus puertas con un paisaje completamente diferente y atravesando un hayedo se alcanzaba Rábanos. Esta pequeña localidad estaba "ocupada" por unos bomberos que ofrecían una sonrisa, una mano tendida y una punto donde poder lavar la bicicleta después del "calvario" del sector más comprometido, por barro, de los Montes de Oca.

Dejando atrás esta localidad enclavada en un valle realmente estrecho, se superaba una pequeña barrera que recorría uno de los GR que cruzan la Sierra de la Demanda. De nuevo las vistas desde una posición tan privilegiada hacían, en un día tan claro, que éstas fueran las protagonistas del recorrido. Tras superar uno de los puntos más altos de la prueba comenzaba un descenso realmente rápido. Vigilado y cuidado por diferentes voluntarios, ese descenso, peligroso inicialmente, se convirtió en el descanso para una piernas que ya acusaban el esfuerzo.

Bajada a Garganchón. Foto: Marcos Vega

Bajada a Garganchón. Foto: Marcos Vega
Con sorpresa, así aparecía Garganchón para los participantes. Con un giro pronunciado a la izquierda allí se presentaba. De nuevo las campanas, que ya se habían ido escuchando por otros puntos del recorrido, sonaban para avisar a los corredores que sería el penúltimo toque que escucharían. Ya sólo quedaba el repique en meta.

Garganchón era otro de esos puntos donde existía avituallamiento reforzado por su Ayuntamiento y vecinos. En él los participantes encontraban algo sólido que comer y mucho cariño. Se trata de uno de esos lugares en los que creemos que los participantes se llevaron el recuerdo de una senda preciosa. Este paseo, que recorre el Río Urbión, se convertía, para quien no lo conocía, en la "guinda" de una serie y variedad de paisajes que hasta pasados unos días serían difíciles de asimilar.

Superado este tramo se alcanzaba la zona de asfalto que prácticamente no se abandonaría hasta Belorado. San Miguel de Pedroso daba la bienvenida a esta parte del Valle del Tirón y sus vecinos anunciaban los riesgos existentes por las coincidencias con cruces y algún tramo de carretera.

Oscar a su paso por San Miguel de Pedroso. Foto: Fas Tirón
El último tramo sería el Camino de Santiago. Con un breve "callejo" por el casco urbano de Belorado, se alcanzaba la linea de meta. Aquí se desataban las emociones. Tocaba disfrutar de un sueño cumplido con el equipo y del cariño o aplauso de quien estaba en meta. Desaparecían los miedos, los temores, el frío, la humedad de un cuerpo completamente sudado y unos pies mojados. Se olvidaba la famosa frase que se pronuncia en silencio cuando uno está sufriendo corriendo o sobre la bicicleta: "pero... ¿yo que pinto aquí?". 

Antes de la hora prevista también tuvimos la alegría de ver a Oscar entrando por la calle que daba acceso a la Plaza alcanzando la meta. Un auténtico titán que desafíó al sol en las peores condiciones. Aunque a su paso de noche, por muchos de los pueblos, tuviera a sus vecinos esperando y animando, muchas de esas horas de viaje fueron en solitario, 12 de ellas de auténtica penumbra y noche. En el momento más gélido del día, en soledad y con un tesón dificil de superar. El reto estaba superado y nuestra admiración rendida a sus pies. 

Reto conseguido. Foto: Fernando Miguel

El héroe de la jornada. Oscar cruzando la meta en Belorado. Foto: Oscar Arribas.
No se trataba de modalidad, el esfuerzo era igual para todos. El barro, un sol cruel que no detuvo su marcha, algo de viento y diferentes dificultades propias de estas distancias, habían sido barreras que hacían iguales a todos. No se trataba de tener un enemigo al lado, se trataba de felicitar, al que como tú, se había esforzado al máximo contra esos elementos por vencer al sol. Corredores, ciclistas o duatletas, en equipo o en soledad, se unían en una batalla contra el tiempo por un objetivo épico.

Los primeros en llegar venciendo a Helios. Foto: Fernando (Revista Forofos)

La alegría de la victoria. Foto: Kerman Urresti
Uno de los equipos que "jugaba en casa". Foto Belphorado BTT
Todos tuvieron las mismas dificultades, casi todos las mismas sensaciones, pero al final consiguieron la alegría por el éxito común. 319 luchadores decidieron retar al sol. Unos llegaron antes, otros después, hubo bajas en el camino, pero finalmente el objetivo común, el que daba sentido a esta prueba, se cumplió. Helios fue vencido y el año que viene, en fechas que ya anunciaremos, volverá a llamar a sus huestes para retar y desafiar a todo aquel que acepte el reto. Hasta entonces habrá en el calendario muchos retos, desafíos y carreras, pero ninguno de ellos ofrece la posibilidad de retar a un Dios.
"Helios" llegaba puntual al cierre de la carrera. Foto: Fernando (Revista Forofos)